Soy mis sueños

¿Ves mi sonrisa? Atrévete a intentar quitármela ;)

domingo, 31 de julio de 2011

Todos tenemos miedo, ¿comprendes?

-Todos tenemos miedo, Peter. -Él la miró un momento, y dejó mostrar apenas un amago de sonrisa.
-Están los valientes. ¿Nunca has conocido a ninguno, Seele? Te sorprenderías... quién menos esperas es el que no teme a nada. -Añadió adoptando una expresión soñadora.
  Seele rió brevemente, y sacudió la cabeza. Clavó en sus ojos una mirada, y el chico se sintió desprotegido; tenía la sensación irracional de que la joven podía leer sus pensamientos, sentir sus sentimientos e incluso comprenderlos mejor que él mismo.
-Todos tenemos miedo. -Repitió Seele. -Los cobardes se dejan arrastrar por él; los valientes le hacen frente. Eso es lo único que los diferencia, Peter, ¿comprendes?
  >>No puedes odiarte por temer algo, simplemente acéptalo y supéralo. Puedes decirme lo que quieras, pero sé que podrás conseguirlo fácilmente porque tú, precisamente, eres el chico más valiente que he conocido. Y no sé si eso es bueno; todos necesitamos un límite, hay que saber distinguir el miedo irracional...
-¿...del instinto de supervivencia? -Completó él con una sonrisa.
-Peter, esto es serio. -Terció ella haciendo una mueca. -Ten cuidado, ¿de acuerdo? Ya sabes que no eres el primero, y conoces también lo que les sucedió a quienes te precedieron...
  Peter se acercó y la abrazó con fuerza. Sintió los brazos de Seele rodeándole y su rostro enterrado en su cuello.
  Quiso prometerle que tendría cuidado, que no le sucedería nada. Quiso jurarle que regresaría a su lado, pero su orgullo le ahogaba las palabras antes de que pudieran llegar siquiera a sus labios.
  Y acarició el cabello de la chica con ternura, simplemente disfrutando de aquel momento que compartía con ella, sintiendo que el fuego que corría por sus venas abrasándolo se calmaba y fluía con facilidad. Ahora el calor del temor tan sólo le acariciaba, y Peter comprendió que Seele tenía razón; todos tenemos miedo, y los valientes son quienes lo enfrentan, quizá encontrando las fuerzas necesarias para ello en una frase, en un futuro... o en un alguien.

miércoles, 27 de julio de 2011

La puerta del alma

  Mírate, y dime qué es lo que ves.
  Un individuo, no muy alto, no se sale de lo común. ¿Qué es lo que deberías ver? Alguien que observa a través de la ventana lo que ocurre fuera una noche de tormenta, cuando la luz de los rayos le ciega y el trueno retumba en sus oídos.
  Entro en tu mirada, que cuentan que es la puerta del alma, y exploro tus pensamientos. Me siento una niebla, que se expande, se encoge y palpa los edificios y las calles de una ciudad, tratando, quizá, de memorizar cada rincón. He dejado ya atrás tus ojos azules, y observo sobrecogida tu alma.
  No es como cuentan, y mucho menos como imaginas.
  No es luz, tampoco es oscuridad. No son pensamientos, sino los actos que cometes precisamente sin planteártelo. No son grandes sueños, son los deseos de los que te avergüenzas, los que prefieres ignorar porque nadie los comprendería.
  Tu alma es trasparente, como tus lágrimas. Lo que no sé es si son de tristeza o de alegría, y supongo que eso sólo lo sabes tú, y nadie más tiene derecho a saberlo.
  Pero yo no soy quién para juzgarte, ni siquiera tras haber visto tu alma.
 
  Parpadeé, confusa. Volví a la realidad bruscamente, y me sentí palidecer. Seguía atrapada en su mirada, y sabía que había poco que yo fuese capaz de hacer.

lunes, 25 de julio de 2011

Ella y él

  Si miras tras la ventana puedes ver a dos chicos jugando de apenas seis años. Ella le mira, curiosa, con esa sonrisa infantil e ingenua que solo una niña de su edad puede tener. Él sigue inmerso en aquella escena que protagonizaba su muñeco favorito, sin fijarse en que su prima había dejado de jugar. Carol estaba de pié, mirando todo cuanto había a su alrededor. Mudarse a Madrid no le había hecho gracia desde el primer momento, y el hecho de que su primo fuese con ella no le hacía cambiar de opinión tampoco. Desde su punto de vista, ahora, en vez de estar una triste eran dos.
  Sin embargo, él no parecía darse cuenta de la situación. No había mostrado ningún gesto de añorar su antigua ciudad, y ya se había acostumbrado a su nueva casa. Ella recorrió con la mirada la habitación, curiosa, ¡qué diferente era a la suya! En su pueblo, no era tan grande ni tan fría, y sus paredes estaban forradas de recuerdos. ¿Dónde está el rosa? ¿Y la ventana tan alta donde pensaba llegar cuando fuese mayor, qué?
  Su primo le prestó entonces la atención que antes tenía puesta en su juego. Él no parecía triste en absoluto, y exploraba la casa que, comparada con la anterior, era mucho más grande. Carol ya le había oído expresar su intención de jugar en el parque de enfrente, balancearse en los columpios y tirarse por el tobogán, una y otra vez. Había que reconocer que, en el pueblo, no había ningún parque de juegos.
  Él se acercó, se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla.
   << Ahora es cuando, en vez de echar de menos el pasado, recopilamos recuerdos que extrañaremos más adelante, Carol, ¿comprendes? >>



¿Quién eres tú?

  Me miras, y todo mi mundo se pone patas arriba. Mi respiración se vuelve entrecortada, mis ojos brillan de esperanza, mi corazón late marcando el ritmo de una rápida canción de sueños, mi voz no es capaz de pronunciar algo coerente y yo me siento estúpida al ver lo que tú sólo haces en mí.
  Es ridículo, ¿no crees? ¿Cómo me he podido enamorar de ti, que me ignoras, que ni siquiera sabes que existo? ¿Que te crees superior al resto, que miras por encima del hombro? ¿Que le concedes más importancia al aspecto que a las tonterías que se dicen? ¡No sé tu nombre tampoco!
  Simplemente te vi un día reír, y me gustó cómo lo hacías. Escuché tus bromas, y también a mí me divirtieron. Reflexioné sobre tus puntos de vista, y no pude menos que darles la razón.
  ¿Por qué tengo la estúpida sensación de que no eres quien finges, quien creen tus amigos?
  Detrás de tu arrogancia no hay nada más, no está el chico que espero encontrar un día.
  Despierta, princesa ingenua, y date cuenta de que no es un cuento de hadas, que la realidad no roza; empuja hacia un abismo. Que tu príncipe azul no vendrá en un corcel o, al menos, no vendrá solo. Fíjate en la grupa de su caballo, y verás a la dama que lleva atrás. No hace falta que recuerdes su rostro; dentro de poco, volverá a cambiar la identidad de su princesa.
  ¿Acaso quieres ser una más?